Los humanos tienen una curiosa manera de enfrentarse
a lo que no entienden. Unos, sencillamente, lo niegan y
los otros, se aterran. Hay muy pocas personas que
mantengan la mente lo suficientemente abierta para dejar entrar
posibilidades nuevas.
Si en el siglo XV a alguien se le hubiera ocurrido
explicar cómo se podría hablar de un extremo del mundo al
otro por medio de un teléfono móvil, ¿qué creen que le hubiera
pasado? Seguro que habría muerto en la hoguera acusado de
brujería. Sin embargo, con nosotros, la raza vampírica, ha ido a
la contra. En los tiempos antiguos se creía en nuestra existencia,
se nos perseguía como a alimañas. Y, sin embargo, nada más
fácil que ponerlo sobre el papel o llevarlo al cine, para que la
mayoría crea que, simplemente, somos un mito, una leyenda.
De cualquier manera, si te encuentras con uno de los
nuestros, no tientes a la suerte. No todos somos defensores de
la humanidad, hay algunos realmente perversos a los que les
gusta lo que son y se siguen considerando la guinda de la cadena
alimenticia.
Realmente, somos muy pocos los que nos vimos
arrastrados a esta inmortalidad sin nuestro consentimiento y
que vivimos tratando de compensar nuestra existencia
haciendo algún bien a favor del género humano al que
pertenecimos hace tanto tiempo.
Espero llegar a tiempo, o que lo haga alguien de mi clan.
Si te ves en un apuro en el que tu integridad se vea de algún
modo comprometida, siempre y cuando seas una buena
persona, procuraremos que sigas disfrutando de esa vida, la
tuya, la que a veces te parece tan aburrida y la que yo te
cambiaría sin pensármelo dos veces.
Me llamo Héctor y soy vampiro desde hace, dos mil
años.